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MIS RAZONES



    Empecé a escribir por filosofía, la de dar a conocer la cultura de mi tierra y lo sigo haciendo, aunque en el último tiempo, entre tanta decepción y falta de oportunidad, esto se ha transformado más en una porfía.
   La porfía de una historia con final desconocido, que comenzó allá en la niñez en un huerto natalino, a la luz de una vela, con un simple lápiz y un cuaderno, en una habitación que olía a campo y humildad, entibiada por la leña que yo mismo trozaba, en un ambiente donde gravitaba un amor materno inigualable y un aroma de pan casero.  Donde mi padre arriero, dirigía una orquesta de sonidos provincianos, en los que se mezclaban ladridos, relinchos, sonidos de coscojas y cadenas. ¿Cómo no perpetuar en una carilla, esa estampida de poesía derramada? ¿Cómo no encerrar en el corral de un cuento, tanta historia arisca que me rozaba en un galope?. Y lo hice, escribí. Escribí, siempre a lo que me rodeaba, al paisaje y al hombre de los campos. Esas visiones criollas que adornaron mi infancia se prendieron en mi alma, me templaron y me enorgullecieron, viven en mí, para siempre, me guían y hoy que aferro un teclado en vez de un lápiz, hoy que tengo una pantalla iluminada en lugar de una vela, puedo decir que sigo siendo el mismo, mi alma provinciana está en pie y mis sueños aunque maltratados por el tiempo, siguen intactos.
   Cuando escribo, vuelvo a un mundo donde me siento gaucho, donde mi padre vuelve a las huellas, donde mi madre está viva, cocinando su pan y sonriendo, donde puedo ser niño y hombre según yo lo desee, donde no hay nada imposible. Por eso escribo y escribiré hasta que me muera.

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